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viernes, 10 de agosto de 2007

DIVERSION Y RECUERDOS


Me divertía mirando como el sol dibujaba la sombra de mis pasos. Por momentos creí perseguir mi destino corriendo tras esa sombra, en otras me parecía avanzar sobre sus hombros al momento que desaparecía bajo mis pies y en el momento de mayor excitación me imaginaba perseguido por mi propia oscuridad.

Estuve absorto, un buen momento, en ese inocente divertimiento dentro de toda mi paz. De repente, surgiste de entre esas sombras y me sentí sacudido por tu presencia. Te adivinaba y el roce de tu caminar impreciso y ligero como una paloma, turbó mi calma. Alzando la vista, casi con temor, mis ojos se detuvieron en los tuyos y trataron de dibujar, en ese segundo que me regalabas, tu hermoso rostro terso y sonriente. Advertí en ellos la ternura de tus gestos y agradecí el privilegio de la casualidad que me ponía frente a ti y que en ese momento estaba viviendo. —Qué hermosura— te dije... en mi silencio.

Afirmé con franqueza el brillo de mis ojos para mirar tu interior mientras fijaba mi vista en tu magnífica postura. Tu pelo miel adornaba una exquisita sensualidad recién naciente de una chicuela adolescente. Quise olvidarme del peso de mis años y caminé apresuradamente, casi con la velocidad de la luz, a mi adorada juventud. Me detuve en mis veintitrés años. Volví a mirarte ahora con mis ojos de muchacho y comprendí rápido como la luz de un relámpago que volvía a enamorarme, como aquella vez, como aquella primera vez.... los segundos se sucedieron en medio del silencio....

De pronto, el miedo vino a apoderarse de mi ser y me paralizó el alma. La historia de mis fracasos y mis dolores me empujaron a huir despavorido. Hice todos los esfuerzos necesarios para olvidarte en el acto. Sin embargo sentí tus ojos reidores perseguirme con la insistencia de las niñas enamoradas. Seguí estático y plantado en ese verdor y en esa sonrisa.... De pronto una voz cristalina se escapó de tu boca, de tu magnífica boca y pronunció descabellada pregunta que todavía irrita mi oído: — ¿puedo hablar con Claudio?— Un suspiro apuró una lágrima. Me sentí liviano como una paloma, feliz de sentir mi corazón roído de esa fugaz angustia de amor.... y fue ahí, en medio de mi alivio y de esta extraña alegría, que recordé que mi hijo Claudio, cumplía sus 23 años. —Sí, te sonreí..... y en medio de mi amor, volví a jugar con mis sombras....

© Monsieur James

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