En presencia del frescor, descansa yuxtapuesto al atisbo del viento, la lluvia, seduciendo considerablemente más y más el inocente huerto.
Canta una chicuela sin conocer, adecuadamente, la tonada.
—Va a llover—
—el cielo llorará—
Oscila cavilando, que alcanza ser heredera del alcor, asiéndolo únicamente con sus extremidades.
La examino por el adecuado sucumbir de la voluntad y asumo, por intento, el abandono;
interiormente, la mutación de una sutura, hace antesala al fragor del abolengo.
Contiguo a la quieta balada, velando ciclos por la alborada, con fosforescencias de agotado candelero, empieza el temporal.
Corea la lluvia…
—Lloviendo voy—
—refrescos de agua—
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