Traductor

viernes, 14 de septiembre de 2007

EL ALUDIDO


Esas cosas extrañas

Generalmente nos reuníamos los días sábados y parte del domingo. Nos habíamos propuesto cenar juntos, y, poner a prueba, cada semana, el arte culinario de uno u otro país, de los contertulios de la diáspora latinoamericana hospedada en la ciudad de Québec, en Canadá; luego, saborear algunos tragos típicos de nuestros queridos y lejanos terruños. Todo ésto, además, nos permitía competir en lo culinario (hombres y mujeres) y luego disfrutar de la compañía femenina. A ellas les gusta bailar, a los varones nos gustaba bailar, sobre todo con la señora del otro y no perder esa galantería tan latina. En seguida, se nos entusiasmaban los músicos y ligerito estábamos todos cantando: zambas, boleros, canciones más viejas que la vela, etcétera. Los guitarristas, en algunos casos (o casas), no faltaba el piano, los quenistas, zampoñeros, en fin todo el inventario musical disponible. Nadie podía ya sorprenderse entonces de la exquisita voz de María y sus canciones mexicanas, de la maestría en el bombo del Beto (ejemplar uruguayo); —estos argentinos con personalidad— como lo decía amigablemente mi hermano Carlos. En fin, disfrutamos también con las interpretaciones exquisitas de Angel, otro mexicano cuyos chilenismos nos hacían reventar de risa. Había ido a Chile a revolucionar la revolución de Allende por los años 70 al 73. Una vez que la hora tardía ya no se prestaba para la música ni los cantos, por lo general, las señoras hacían banda aparte (no todas) y entre la exquisitez de un cigarillo bien saboreado, no faltaba que alguno de los profesionales, dispusiera de algunos minutos para exponer un tema que en sabiondos monólogos, cuasi no interrumpidos, nos libraba con regocijo, espontaneidad, y una pedagogía digna de las mejores Universidades del mundo. Los menos avezados, agradecíamos con un silencio sepulcral esas clasesmagistrales ofrecidas, así, tan desinteresadamente, por tan eruditos contertulios. Luego del tema expuesto, el eruditaje y el intelecto se pasaba a los comentarios y a los intercambios de rigor, dejando un sabor de magistral ignorancia en alguno de nosotros. Una vez el domingo bastante avanzado en horas, nos dispersábamos cada uno a sus hogares, quedando con ese gusto a poco y esperando con ansiedad el próximo fin de semana.
Entonces fue que apareció uno de estos fines de semana, «El Aludido» extraño y folclórico personaje. Se presentó sin señora, y medio despistado en el lote. Pero ligerito, se metió en el ambiente y pareció totalmente normal. Cantó, por ahí emitió algunas opiniones, tomó moderadamente y se puede decir que tuvo un comportamiento de caballero. (Con minúscula) ya comprenderán el resto.
Cuando llega el momento de las tertulias, el tipo prefiere refugiarse en el lote de las mujeres.

Después supimos que quería deshagogarse de una pena de amor y no le dimos mayor importancia, mejor todavía, lo encontramos totalmente normal.

Christian, el pintor, empieza a dialogar y nos anuncia que su atención se ha detenido, esta vez en dos artistas, dos universos. y nos propone un acercamiento entre: LA ROSA DE LAS ARENAS, de Silvio Rodríguez y LA ESPADA DE LA BRUMA de Patricio Manns. Aceptamos con mucho regocijo, pues ambos personajes habían marcado y seguían marcando nuestras sensibilidades musicales y/o poéticas.

Entonces, dijo a modo de inicio y de absoluta modestia intelectual, voy a citarles lo siguiente: —En este mundo, solamente el hombre detenta el poder absoluto al equívoco; libertad, corolario de otro poder, aquel de reconocer lo verdadero— de Pierre Emmanuel.

—El interés que me lleva a hablarles de estos artistas, no está encaminado necesariamente a ofrecerles una interpretación completa de las obras de Patricio Manns y de Silvio Rodríguez. El por qué, relativamente simple a explicar, obedece a que aún, ni uno ni otro y que, por lo que propongo, ésto exige, absolutamente, una explicación. Entiendo por ensayo : interpretación, en cierta forma recogida aleatoria y directamente de un simpático e impreciso abanico. Dos artistas, dos universos. Las formas en el artista están en constante fusión, las ideas se conjugan en una especie de metamorfosis continua, difícil de dejarlas insertas o de fijarlas en un discurso; un poema o una canción, tienen éso en particular, son infatigables y solicitan una eterna investigación. La canción, según mi punto de vista, está enclavada entre la música y ciertos modelos de literatura. Probablemente, sería necesario decir la poesía. Sin embargo, una canción puede inspirarse del discurso de carácter íntimo de un diario de vida escrupulosamente ordenado, de un relato, de una narración o de una leyenda. Me parece problemático, en tal caso, definir convenientemente la naturaleza propia de la literatura en la canción. Sin duda, es necesario hacerlo delicadamente y artista por artista.

(No se oía el ruido de una mosca y el cuchicheo mujeril con El Aludido, perdía interés).

Por otra parte, el hecho de ser autores-intérpretes, Manns y Rodríguez no tienen prácticamente nada en común. De ahí nace el interés por la comparación entre ambos. Para ello es imperativo conocerlos bien, , sino lo que escribo, además de la evidente inutilidad, no tendría gusto a nada, adolecería justamente de interés. Es necesario prevenirlos de que los documentos que yo he utilizado y que me han permitido emitir ciertos juicios; han sido escasos y de cierta manera incompletos en el caso de Manns y que aquellos de Rodríguez, han sido más abundantes. Recordemos también, que Manns, contrariamente à Rodríguez, no sólo canta, sino que además escribe noticias, cuentos, poesía asimismo que ensayos históricos. Manns es también, llamémoslo así, un miembro alejado del grupo musical Inti-Illimani y, sería muy interesante y revelador escribir algunas líneas respecto de la relación con Horacio Salinas .

Se produjo algo extraño, Christian miró de reojo en dirección del Aludido y levantó la voz para proseguir su retórica, dejando escapar un malogrado ejem… todos dimos vuelta la cara en dirección al susodicho personaje, que más parecía unos de esos frescolines sinvergüenzas, que un ignorado Caballero. Nos volvimos preocupados y Christian prosiguió su exquisita elocución.



—Me sorprende el hecho de escuchar a mis compatriotas (VIEJO LACHO) dejó escapar en voz alta y prosiguió — decir que los cantantes, en la época de sus nostalgias, ponían más coraje y más vitalidad en sus interpretaciones. Algunos, gustan del Rodríguez, de los tiempos de su juventud. Afirman que cantaba con más convicción y con más temeridad, mientras que hoy se contenta con repetir, teniendo cuidado de conservar la misma imagen. O bien, el contexto ha cambiado. Parece ser, que la canción cubana, en aquellos tiempos, brillaba de todo su esplendor, y que ahora siendo todo relativo, nuestros ilustres trovadores se contentan de hablar de ellos mismos, de sus naderías….de todas maneras los grandes principios de la revolución murieron con la virulencia de los imperialismos económicos en el que todo el mundo critica (severamente), pero donde nadie propone un sistema basado en la generosidad y el compartir. Todos los sistemas tienen su valor: ¿capitalismo? ¿comunismo marxista y de tipo (China) o bien (Cuba)? Pero, si hablamos con sinceridad, ¿qué es lo que sucede exactamente? Aquellos que viven en el pasado son nostálgicos. ¿Pero de qué hombre o de que mujer que naturalmente crece – y que por ende envejece – podríamos no detectar ese dejo de nostalgia? La nostalgia es casi tan importante al ser humano como la esperanza de un mañana lo es para el niño. Sin embargo, es necesario comprender que existe una nostalgia mucho más corrosiva que otras. Esta forma de nostalgia – suponiendo que así sea – es una especie de hemorragia afectiva que desmoraliza en vez de sanar. De pronto paró en seco su exquisito monólogo

Nos miramos¸El Aludido Caballero estaba en medio de esa nostalgia, recreando un mundo de fantasías entre la bruma y la arena del tiempo, fantaseando con nuestras viejas, nostalgicamente enfaldizado; cuando se escuchó en seco un bofetón. Nos acercamos todos, y con toda caballerosidad, le dijimos, compadre con esa cara de lacho o se consigue una guitarra o se va a cantarle a su abuela, porque aquí no se admiten huevones lachos. Nos cagamos de la risa y las viejas también. El patudo se rió y no se dio por aludido, mientras se sobaba el caracho.
¡Las patitas!

© Monsieur James

No hay comentarios: