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viernes, 5 de octubre de 2007

FRAGMENTO DE PROYECTO - PRETÉRITOS DEFINIDOS



Capítulo I

Caminando orillas

Salió de casa con una mochila de pesadumbres y desasosiegos que parecían curvar su espalda. Caminando, se aproximaba al Río San Lorenzo, a la altura de San Nicolás, orilla Sur de la ciudad de Québec. La mañana era tibia; el sol,.... el sol parecía confundirse, en la suprema altitud, amarilleando incipientes nubes. Sus nervios los sentía a flor de piel mientras una melancólica tristeza humedecía su rostro. (Un sinnúmero de nombres femeninos parecían llamar aun más lágrimas a sus ojos) Sin embargo, con aparente tranquilidad, se dispuso a alcanzar su orilla. Iba con la idea fija de interrogarle, de pedirle cuentas por sus fracasos, de obligarse que le explicara, con su infinito vagar, oteando el cielo, lo que le estaba sucediendo. Su líquido murmullo y dulce serenidad lo calmó, como antes lo hacía el río Mapocho en su ya lejano barrio del Carrascal; su alma enmudecida y sus sentimientos esparcidos en sus aguas, deshojando margaritas y... tirándole piedras, sí... piedras... cómo si lo culpara de algo, en ese entonces que nunca lograría comprender.

Se había levantado de mal humor, casi desecho por dentro. Se encontraba sin trabajo remunerado y los "materiales afanes" denominados "proyectos internacionales" y, que desde tanto tiempo, venían desarrollando y perfeccionando con ahínco y codo a codo con su amigo César, no daban los resultados esperados. Deseaba, ardientemente, que cambiara este desasosiego económico, casi cotidiano, y que desde hace algunos años parecía pegado a su piel. Poco importa el motivo, siempre, la postergada ilusión, venía a morir los viernes de cada semana para luego renacer, con renovado énfasis e inusitado interés, el lunes siguiente. No quería volver, como sucedió en los primeros años, a los aseos ni a la cocina de ningún hotel o restaurante; no por menosprecio al trabajo ni a la profesión, ya que en estos menesteres, bastante aprendidos, había conocido gentes de una calidad humana que calienta el alma, sino, simplemente porque no gustaba del oficio. Entre tanto, seguía acariciando los mínimos sueños de hombre enamorado queriendo ofrecer a su compañera y a su semilla, la justa recompensa a tanta lucha y a tanto afán comunes desplegados sin egoísmos y por tantos años ya (18), desde que dejara la patria para instalarse en ése, su nuevo país. Estas inquietudes y estas esperanzas abortadas y postergadas infinitamente, rendían su alma irascible.

Su dejo de tristeza infinita, producto de acontecimientos que parecían ajenos en su vida «podía ocurrirles a todos, jamás a él» y de carácter exclusivamente sentimental, mezclado a esa horrible sensación que provoca el recibir un cheque de la asistencia social para la mínima subsistencia, parecía incrustarse en su ser, como una maldita e interminable daga. Por momentos, sentía la angustia aprisionar su alma.

El primer esbozo del poemario «Sagitario» vio la luz en momentos no ajenos a estos acontecimientos. Lo dedicaba, con toda sinceridad, a la niña que, algunos años atrás, desafiando toda oposición, incluso las más tenaces, decidió un día compartir su vida uniéndola a la suya, de manera franca y feliz. Niña que amó, recordará y seguirá recordando, probablemente, la vida durante; incluso, creo, más allá de todo raciocinio... más allá del propio amor.

Aries (otra serie de poemas catárticos) seguirían acompañando su soledad y siendo espejo de sus rabia y de sus encontrados sentimientos. Vendrían, casi paralelamente, "Balance" cuyo signo zodiacal equivalente en español es "Libra" y "una novela" que se quiere o pretende una ficción o cuento macabro, y que quedó allí archivada en carpetas de rígido cartón.

Mientras, escribía con ansias de encontrar, en tanto recuerdo, un motivo que justificara su partida, decisión tan radical tomada un día cualquiera por su adorada compañera de vida, luego de casi veinte años de vida común. Los días se le volvieron sombríos, las noches negras e interminables mirando con estupor el rincón de sus errores. Blasfemaba sin encontrar respuesta a tanto dolor, o tal vez, inconscientemente, se obligaba a no encontrarla. ¿Algún fantasma estaríá jugando con su generosidad? ¿Cómo poder ayudarle, se preguntaba? y ayudarme. ¿Acaso la enfermó la angustia de vivir lejos de su patria y lejos de los "suyos"?. Según su modo egoísta de ver las cosas, los suyos eran ellos: sus hijos y él, lo demás fue, en algún momento, y, probablemente, lo suyo, en un ayer ya vivido, o tal vez, nunca lo fue y es éso lo que ella buscaba. ¿O es el invierno envidioso de mefíticos y alcahuetes que se quedaron enredados en sus propios venenos y que tratan de impedirle la felicidad que ellos no podrían ya alcanzar?

Desde algunos años, su único anhelo fue el de encontrarse en su patria, sobre todo, en épocas tan emotivas y melancólicas como los son Navidad y el Año Nuevo. Así lo hizo los últimos cinco años que vivieron juntos. Desconcertados quedaban, en un aeropuerto desnudo, luego de su alegre partida, los niños primero y luego, él.

¿Buscaba, en un afán desesperado, el cariño o la aprobación de su madre, aprobación que nunca llegó? ¿Buscaba a encontrarse a si misma?, ¿Vive horrorizada, acaso con la imagen de la mayor de sus hermanas; con aquellos bultos fantasmagóricos de su ciudad natal? es posible que la angustie la enfermedad –incurable- de otras de sus hermanas, o es simplemente, ¿la falta global de una juventud llena de promesas? ¿Acaso, ha descubierto su propia poesía, que no es la que él quiso ofrecerle? ¿O la diabólica envidia de una de sus hermanas, que en repetidas ocasiones y en innumerables cartas, la invitaba a marcharse, sin más?

Río, río

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