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sábado, 13 de octubre de 2007

ACARICIANDO EL OCASO



No he dejado de mirarte
pues la alegría que me das
me lleva tan lejos.


Es un día de siempre, si, exactamente, de esos de todos los días.

Afuera está frío y el cielo tiene ese aspecto tristón, musa de poeta.

Y yo, sin más, escribo sobre tu deliciosa sonrisa llenándome el alma de tus ojos llenos de ternura.

Acaricio tu pelo, al tiempo que rozo la piel de tu delicado rostro tú pareces percibir, presentir o esperar esa caricia que, en palabras, significa: te amo.

El tiempo se ha inmovilizado, el espacio está circunscrito a mis sueños y a tus hermosos ojos que me miran desde la distancia intolerable.

Adivinas mis ansias, sonrojo; mientras transito tu vida, mientras huelo el delicado perfume de tus fantasías mezcladas con mis propios cuentos.

Me confundo en tus ojos de amor, tus oníricos labios deleitan con sensualidad, la serenidad de ésta, mi pluma que escribe solo para vos.

Y mientras te espero que aparezcas en el centro de mis sueños, acaricio mi ocaso con tu sonrisa.

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