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domingo, 16 de octubre de 2016

PROSA DE CRISTAL

Todo el éxtasis de mi pensar profundo se fija en el antiguo vidrio de una ventana sibilina, aquella de mi modesta habitación. Por ella atisbo como mi lágrima se confunde con esa gota de lluvia que humedece y en otras golpea el gastado cristal, con un desparpajo arbitrario. Es esa misma intrusa y cruel humedad que se filtra por los casi imaginarios poros de un tejado vetusto y también histórico. Un tejado desprovisto de canaletas y constelado de agujeros casi etéreos del que no logro arrancarle la magia, esa magia incógnita que mezclo a tan promiscuos recuerdos de un antaño tan presente. Surge el frío y con el calor que habito el vidrio se condensa; entonces, maquinalmente, escribo un nombre, una frase, tal vez un llanto sin onomatopeya y, sin avisar se hace eco el fantasma del hambre. De pronto como un milagro infla el pecho la esperanza, una cebolla espera en mi escuálida despensa; con ella voy a calmar mi rabia. Me apartó de la ventana, la imaginaria realidad se ha hecho humo, sal y agua, es la sopa que nutre mi rabia.

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