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domingo, 16 de octubre de 2016

AL ABUELO

A la siniestra del camino surge tu figura de arcángel querido abuelo. Y ya, en el inapelable ocaso comprendo tu serenidad al pronunciar con bondad ese “os quiero,” tan nuestro. Tú orabas: Estás en los cielos Padrenuestro Por mi esposa, por mis hijos, y mis nietos … ten piedad. Había sinceridad en tu plegaria y hasta mi madre lloraba al verte tan conmovido. Ahora yo soy abuelo; los tiempos han cambiado la oración perdió el rumbo y en todas las esquinas el mundo alienta la corrupción y la droga es la solución para todos nuestros males. Yo trabajo por migajas aún así el hambre es un sermón que no pide perdón y en la mesa se me instala. Qué dijera doña Susana la abuela de toda infancia que me vio comer con ansias tanta merienda incaica en los albores de mi vida. Hoy los cobres no alcanzan en las chozas de los pobres pero existen mansiones donde se aparca el corrupto que con desdeñoso exabrupto te señala como un rotoso. No se termina aquí el discurso se necesitan siglos para un mundo solidario no basta el escapulario al que se aferraba el abuelo. Somos testigos pasivos de guerras odios y muertes será que el hombre continente ya se ha dado por vencido. Yo quiero pensar que no Padre nuestro que estás en los cielos. Ay si supiera abuelo el rufián del futuro que le espera con su codicia de marras y su alma de cera. Estás en los cielos Padrenuestro Ten piedad, tal como oraba el abuelo para algunos el infierno para nosotros venganos tu reino.

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