Señor vengo a confesar
que la mirada de una chica
me hace suspirar;
probablemente una maldad
cuando advierto en su sonrisa
un deseo incomprendido
que mi madre de un seco grito
me deja petrificado
¡NO TE ATREVAS A PECAR!
Es por eso
ante Vos vengo atribulado
con las manos del pecado
a recibir mi castigo.
© Monsieur James
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