Llevo en la raíz del canto
tu desnuda voz que,
gime tras las sombras y
humedece los vértices opacos
de mis ojos desmesurados;
muerde sin cese
mi carne maldita,
mi inútil arrepentir.
La noche
me carga sus candados;
una vida vaga
en núbil cuerpo,
mi horrible
brutalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario