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jueves, 1 de marzo de 2007

ESCUPO MIS LLANTOS




ESCRITOS

ETERNAS NOSTALGIAS

Es verdad que me he ido alejando de mis frutas, que he ido perdiendo el sabor de mi tierra; esa tierra que siempre tuve, esa tierra que hoy creo, nunca tuve verdaderamente.

Igual como me persigue y olvido, ese ruido atronador de aquel beso salino con que el líquido mar pulveriza la roca por milenios y la convierte en arena. Hoy no es más que un ruido ensordecedor de cómplices silencios.

Voy caminando distante, distante sigo avanzando. Por momentos me siento confundido, entre la presencia vertical de un botellón de vino chileno y la jugosa pereza azucarada de un racimo de frutas, que parecen comprender mi desasosiego cuando les miro o me llevo un gajo a mi hambrienta boca.

Esa fruta y ese vino emergen de esa tierra. De esa tierra chilena de la que me ido alejando y de la que he ido perdiendo su sabor.


NO QUERÍA ALEJARME


Yo estuve bordeando los caminos sin pisar ningún sendero.
Siempre tuve miedo de partir definitivamente.
Así me fui quedando estático y casi sin aliento.
No fuera el tiempo a empujarme fuera de sus veredas.

¿Qué me detenía en aquel único paraje conocido?
No era ni el olor a frutas ni el verde paisaje vertical de mis hermanos.
No fue tampoco el celestial alimento que se dibujaba en mi mesa.
No fue la crisálida bondad de una madre siempre presente y silenciosa

No, no quería alejarme.
Si lo hacía, sería como dejar colgada mi vida en columpios infinitos.

Pero llegó el día. No fue el tiempo que me empujó de sus veredas. Fue aquel humo enceguecedor y homicida quien turbó mi calma.

Confundido por el canto de un amor naciente y por la sangre que ponía senderos de muerte en los caminos, Olvidé la bondad del paisaje y el celestial alimento de mi mesa y partí a pisar senderos y adentrarme en los caminos.

Aprendí a hablar distinto y hasta a pensar diferente.
Ya no vivo apreciando, afirmo que vivo comparando.
Incluso aquel paisaje vertical de mis hermanos.

¿Dónde estoy? poco importa
Mi alma sigue colgada ahora de un infinito con sabor a frutas columpiándose en aquellas veredas
De las que "No Quería Alejarme"


LA BRISA QUE VIENE DEL SUR


La brisa que viene del sur está llenando de asombros salinos los cristales de nieve que perduran en mi alma desde que partiste.

Sin embargo, no estoy triste. Tú también me pareces alegre allá detrás de mis recuerdos.

La ceniza ha tomado el camino del viento y acompañado las golondrinas en su vuelo musical.

Miro el espacio que multiplicaron tus besos y en la hamaca del tiempo mientras mis caudales
adormecen con alivio mi naufragio masculino, despido con heroica serenidad, tus pasos inciertos.

Quisiera cobijarte, sin embargo tus pasos presurosos crearon distancias infinitas. Probablemente te sentiste perseguida por mi amor y no quisiste ser rescatada.

Vaya contigo mi beso para que aquella que lo recoja lo lance nuevamente al torrente del viento.
Yo lo recuperaré en asombros salinos de la brisa que vendrá del sur y liberaré con ella los cristales de nieve de mi alma.


­¡AH QUÉ BELLA ERES DORMIDA!


Con el correr del tiempo se me han ido dibujando tus gestos.
Nada en ti me parece extraño y sin embargo te siento tan lejos.
Te has ido perdiendo como desaparece un navío siguiendo la curva del mar.

Quién iba a pensarlo, ser yo quien se apropiara del dulce néctar y en tu esplendorosa virginidad se te escapó un «te amo» desde ese momento transitas por mi endocrina espiritualidad.

No me importa si tu materialidad física haya huido a refugiarse en el miedo. Tu propio miedo.

Sin embargo, te siento dibujada en mis manos y tu perfume de niña – mujer ha penetrado secretamente mis laberintos de hombre.

Y me parece que te has callado infinitamente. No conozco tus súplicas ahora secretas, ni cuando o no dejaste de quererme. Te has convertido en un canasto de incertidumbres.

Por las noches paso mis manos por el dibujo de tus gestos. Lleno de gozo al respirar sin querer olvidar tus adorados rasgos, así es que asomo tu recuerdo casi impreciso a la mecánica natural de mis sueños.

¡Ah qué bella eres dormida! ¡No te vayan a despertar mis suspiros!


HOY HE SALIDO A CAMINAR


Mis pensamientos fijos allí donde termina la nieve y el canto del viento.

El frío recorre mi cuerpo aunque la tibieza de mi pensamiento me calienta el alma.

En ese balancín de frío y tibieza voy jugando con el perfume de mis recuerdos.

Los columpios de mi juventud danzan al aroma de mis secretos.

Allí es donde siento mi corazón dividido en colores mélinos y andreannos..

Aunque mi vagar es de silencio voy sintiendo el grito de mis contentos.

He salido a caminar alegre, libre de tomar tus manos Mélina y sonreír dibujando los ritos de tus ojos al mirarme.

Tu nombre se convierte en el título de mi camino.

Pero estás tú también Andréanne y esa dulzura melancólica e infinita que ha dejado vagando miles de mis versos.

Al momento de perfumar mi pecho con una flor te volviste imprescindible a mi contento.

Salí a caminar con el ánimo de derretir la nieve y sus recuerdos.

Pero mis pasos andréanos y mélinos, gravaron mis senderos hasta siempre.


EN TU CORAZÓN SIN ESPINAS



En tu corazón sin espinas
He cobijado mi alma
Para cubrirla de sedas
Por los caminos del alba

La angustia se me hizo canto
En gotas de lluvia fina
Cuando apareciste en mis ojos
Toda ternura, chiquilla.



Mélina,

Ahí estás. Presente en mis pensamientos. Apareces como el milagro de una sonrisa y disipas de esa forma todas las sombras de mis caminos. Me pareces alegre envuelta de sol y tu voz parece volar a través de los intrincados picachos cuzqueños y andinos. Sin duda eres una de aquellas vírgenes mitológicas de mis sueños. Eres ese ángel ligero en constante vuelo. Perteneces a la leyenda de mis cuentos y eres la novia de todas mis virtudes.

De ahí, sin dudas, nace la serenidad conque vivo. Formas parte de mi vida en todos sus instantes. Naces con cada primavera y te vuelves frágil y delicada en cada otoño. Eres el puerto al que quiero anclar la barca en la que he navegado mis ilusiones. Eres la carta que leo, cual oración y que sujeta mi esperanza, cobijando con su dulzura mi fe en tu corazón sin espinas.


LA VELOCIDAD DEL OLVIDO


La tarde arrastraba sus sombras. Todas sus sombras. Su cuerpo se volvió torpe y el va y viene de sus pasos mostraban esa angustia creciente que obedecía a la repentina partida de su esposa. El desasosiego no le daba respiro. Los cigarrillos desaparecían rápidos con el humo ceniciento que escapaba de su boca. Parecía pensar, mas la angustia no le mostraba ningún indicio, ningún camino por donde empezar. Un llanto seco se atragantaba en su garganta y le secaba la boca. Quiso dormir, lo lograba por momentos y el cigarrillo volvía a empestar su dormitorio con su fétido consuelo de humo.


Una tarde, tal vez la misma tarde, la serenidad se hizo música en su alma. Sintió el grito impreciso de sus hijos clamando por su madre. Debió entonces olvidarse de si y sentir como ese grito de angustia se multiplicaba a través de su propia sangre. Se acercó a ellos y disimulando su propio dolor se hizo fuerte. Sufrió en silencio su propia pena e hizo propia las de sus hijos. El tiempo implacable se convertía en un espacio en que la ausencia materna se hizo definitiva. Mientras el alcohol disipaba las penas de sus hijos mayores, el parecía juntar odios, que nunca dijo.

Cuatro años fueron suficientes para restablecer su corazón herido. Una tarde al contestar el teléfono, comprendió con feliz estremecimiento que la voz que venía de lejos, le era completamente ajena.



OBLIGADO A DETENERME


Me obligué a detenerme, sentí la necesidad de reorientar mis pasos. Una vez más mi caminar me pareció vacío.

La gondolera de vacilaciones e inquietudes dirigían mis pasos por senderos desnudos, desprovistos incluso de soledad. Iba acompañado, pero mal acompañado. Mi caminar debe ser diáfano y seguro.

Sentí el camino erosionado por el viento cálido, desértico y salino de aquel lugar o de aquel tiempo. Entonces, buscando altitud, quité la ruta y me adentré hacia las montañas que se mostraban a mi diestra.

Luego de un deambular cansino, me detuve a la sombra de un enorme limonero. Y alli esperé. No tenía claro lo que perseguía, tal vez es mejor que regrese, me preguntaba y seguí interminablemente con esa duda corrosiva y tal vez necesaria. No es fácil, a veces, tomar decisiones.

Sumido en mis pensamientos, me distraje algunos segundos. Desojando alguna florecilla silvestre, entraste a mi vida. Llegué a precisarte en mi alma y hasta te puse un nombre. Yéssica, y un segundo, María, Eso, Yéssica María.

Me desperté sobresaltado, pero obligado a detenerme, supe hacia donde debía dirigir mis pasos. Eche a caminar más al norte, te había dibujado en Iquique y seguramente allí formabas parte de un cuento, y ese cuento, que me obligó a detenerme, tenía que conocerlo.


ESQUELA


La verdad no se como interpretar ya nada. Me he puesto aún más egoísta conmigo mismo. Creo que nada podría ser igual. Si antes amaba soñar sin ser despertado por el afanoso ruido del día, hoy presiento en cada sueño una terrible pesadilla. Río igual que antes, pero mi risa lleva algo de sarcasmo, ese sarcasmo que viene de la nada y que no logro vaciar de aquí dentro. ¿Cuál es el lugar que ocupas en este ajetreo de mi alma?, ya ni siquiera podría decírtelo. Te amé, sí con toda mi alma. Me dolió tu partida más que todos los dolores juntos. Te sigo viendo en cada risa y en cada cariño que me otorgan mis hijos. Te odio cada vez que los veo tristes. Esos hijos, nuestros hijos, que recuperaron mi salud desde que partiste. Si me preguntan ¿qué pasó? debo evidenciar con mucha tristeza, que te enamoraste de otro y esa es mi cruel respuesta. Ese otro que aún permanece como una sombra creada por la envidia de tu hermana Alicín, como tú la llamas. Perdona mi franqueza, ahora que se acabaron las maletas llenas de regalos que venían de lejos, probablemente te han ido dando vuelta la espalda. Dejaste de ser la hermana rica que venía con dólares y con ideas un poco más liberales. Ahora eres pobre y estás triste, no mientas yo lo sé. No quiero que llores, me gustaría incluso que fueras muy feliz, pero se que no podrás serlo. Mi amor seguirá confundido entre el Pepo que fui y el Querido Jaime de hoy. Nunca supe si me quisiste y creo que nunca sabré lo que por mi sientes. Ese trago amargo tiene ya un sereno sabor. Es tal vez la costumbre. Tus hijos te necesitan, ¡ cómo les cambiaría la vida! Y como cambiarás la mía si supieran perdonarte. Yo sé que sufren. Para ti todavía es tiempo de recuperarles. Recuperarlos es volver a su lado, piénsalo, me gustaría verte fundirte en ellos y darme la paz para un día partir alegre.


MIL SENDEROS


Quién pudiera imaginar converger los senderos de la vida en un torrente dinámico y armónico. Hoy luego de tantas andadas, el perpetuar equilibrio de las cosas vuelve al primer camino. Y sigo siendo un hombre, que aunque arrastraba recuerdos tristes, muy feliz. La vida se ha disfrazado de otras aventuras y el amor ha cambiado su sabor y ha cambiado también su cara. Cogido a mi característica melancolía (que siempre he adorado) fui a remover mi pasado. Cogí esas cosas bellas que siempre me ayudaron a proseguir mi marcha cuando una tristeza quería impedírmelo. De ese baúl (que se hace viejo) fueron emergiendo rostros convertidos en simples objetos y otros recuerdos que ya no me dicen nada. Por más que removí sus piedrecillas, sus coloridos y su otrora primaveras, me fui quedando mudo de indiferencia y tan contento y más feliz que nunca. Mis aldeas, mis villorrios de antaño se han convertido en camino recorrido y nada más. No estoy ocultando nada, mi felicidad de hoy tiene un significado profundo y a pesar de ese río de lágrimas por el que mi alma acompañó sus riveras, hoy en la bahía y en los verdes reposos de sus aguas siento desplegar mis dorados alientos. Estoy enamorado de nuevo y ese amor convierte mi antiguo baúl en un saco de carga liviana. ¡Vaya con la vida, Amor! ¿cuántos años arrastrándolos en mi espalda?. Hoy que mis fuerzas se alejan, tu presencia alivian su carga.


CUENTOS

EL POTO NEGRO


Antes y después de un exilio forzado..



Dedicatoria muy especial

Vaya con la inspiración sensual
Con que romántico Caballero
Llegó una tarde y confidente
Hacerme partícipe cabal
De su angustia y sus anhelos




Yo nací en una aldea sureña arranado, morenazo y guatón. Llevo, la tierra como estandarte pegada en mis uñas. Mis manos adoran esa tinta negra con que la tierra escribe sus huellas en mi humilde humanidad campesina. Viví feliz, hasta la fecha fatídica, con mi huerta, mis chanchos, mis gallinas, mis pollos, mi negra curiche y una parvá de críos. Mi negra curiche, siempre bien dispuesta y los niños jugando en la libertad luminosa del campo y de la fruta. Mi pala, mi azadón, y el pedacito de tierra recién reformado, hacían de mí un hombre satisfecho.

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Un día, mientras la vida seguía su curso en las tierras de Dios, sin saber por qué, ni cómo, ni con qué fin, se armó la gorda en la Capital. De súbito,

los pacos (carabineros, fuerza policial chilena) empezaron la recorría de mercaderías en la feria del pueblo, repitiendo en voz baja y solapadamente: "váyanse pa’la casa cabritos " como una advertencia amistosa y llena de hipocresía de lo que se convertiría en una de la más grandes mariconadas registrada, hasta ahora, en la historia nuestra.

Cerca del mediodía, tras una polvarea aparecen los "jovencitos de la película" . Camiones cargados de milicos (a los milicos los llaman las empanadas : salen calientes los domingos ) y armados hasta los dientes, bajan aprezurados, como en plena guerra, y, de lo que es "patá en la raja" empiezan a liberar la plaza de un montón de cabros chicos y de cuanto quiltro flamélico encuentran en su avanzada macabra.

Se dividen en cuatro secciones que se disparan hacia las habitaciones del pueblo y con voz de mando hacen salir a todo el mundo a la calle. Entre ellas, por supuesto hay chiquillas jóvenes que, especialmente, concentran en la plaza. El griterío de la cabrería, se hace casi insoportable. Algunos milicos agarran a las más bonitas y se mandan a cambiar. Nadie sabe lo que pasa, nadie osa preguntar. Yo miraba atónito sin lograr comprender, hasta que un culatazo en los riñones me haría despertar, un día más tarde, en una celda estrecha que compartí con siete desconocidos. ¡Qué guevá! el primer instinto fue el de presentarme. Mirevé, aqui Jacinto Cuevas para servirles. ¡Ah qué guevada! . (si a eso le llamai Cuevas.... me dijeron)

Luego de apreciar a su justo valor la valentía de los soldados y muchos civiles, en un tránsito de torturas y de flagelaciones, me dejaron libre. De repente y sin aviso previo me metieron en un avión. ¡Putas! Yo, hasta ese día, no me había subido ni a un ascensor siquiera. De ahí, una vez que me amarraron y sentí los motores en marcha, pasé a los sustos y a rezar. Ahí estoy yo, escondido en el asiento cuando una minita más linda que
la cresta empieza hablar en otro idioma. Inútil, no entiendo ni jota, pero, ¡qué boquita más re linda!. Cuando uno ve un pajarito así, manda a la cresta el miedo y los rezos y se va poniendo un poco más lacho que de costumbre. Parece que sus ojitos todavía me están mirando. Mientras explica un sinfín de cosas y se pone unas máscaras, yo sueño con un buen trago de vino y en un besito en inglés.

.................................................... Estaba medio arranado en el asiento, probablemente pensando puras leseras, cuando de repente empiezan a temblar las alas, a tronar los motores y sin decir allá voy el aparato agarra vuelo y en un santiamén siento que el asiento me chupa como ventosa. Vamos volando mierda. ¡Qué sensación, la maricona e grande, iñor!

Después de un momento empiezo a abrir de a poco los ojos y a aguantar como hombre las ganas de ir al guate . No me atrevo a mirar por los ventanucos, no vaya a ser cosa que me desmaye, mirevé.

................................. minutos más tarde, empiezan a repartir unas cuestiones pa ponerse en las orejas, ¿iremos a jugar al doctor? me pregunto. Luego sirven una comida con gusto a plástico y un vasito todo cagado de vino. Creo que me quedé dormido. (me debe haber arrebatado…. el plástico)

Me saltaré las escalas, ya que no tienen incidencia en el cuento. Me las guardo para cultura personal.
"Su atención por favor, estamos volando sobre la ciudad de Toronto, la temperatura exterior es de menos 18 grados. Dentro de quince minutos aproximadamente comenzaremos el descenso para aterrizar en la ciudad de Montr
eal cerca de las 16 hrs. hora local. Se ruega, etc. ....." De pronto siento que el estómago cambia de lugar y un gustito, parecido a las jugarretas en la cama con la negra curinche, me recorre mi atlético cuerpo

(por lo transpirado) con el que sobrevivo.

De arranao y guatón me voy quedando con lo puro morenazo. Agréguenle la palidez a mi estado y cualquiera me confunde con "James Bond" africano. Con un hambre de los mil infiernos y un susto el guebón de grande, me arrano en el asiento, no vaya a ser cosa que un deseo maldito se meta de la partida.



De la aldea, al pueblo de las torturas y los interrogatorios, de ese pueblo a la capital y de la capital, como peo salgo "exportado", nótese, al Canadá. ¡Ah! ....¡qué diferencia! ¡Por la puta! y lo mas descueve, ni un solo milico, ni un paco. ¿Donde chuchas estoy? Estaré soñando ?

Un, dos y tres y aqui estoy Godoy otra vez como un guatón arranado, porque la única cosa que se me ocurre es comer, no sea para recuperar mi seductora estampa, mientras estudio, "las patitas", la lengula franchuta .

Entre periquitas venidas de todo el globo y tan re-lindas, me baja la pretención.

De repente salto de mi rancho, a un 4, ½ debidamente amoblado. Chuchas, dan ganas de decir "pa callado" Chis, ¿pa’cuando otra pata en la raja?

El ranita se encacha, la pega no falta y ahí entre fregando ollas y lavando platos, me empiezo a codear con toditos los profesionales que salieron de Chile. Putas que había hartos guebones capos. En las noches asisto a conferencias, por ejemplo: el profesor Danubio da una charla sobre los restos de comida en los platos hondos y de su importancia de lavarlos con agua caliente. Así también, se me empieza a pegar un montón de chamullos y de peón de huerta paso a ser "Técnico Agrícola, engresado
de l’Universidá Tésnica del Estadio. (qué honda más guena gancho)

Con mi nuevo currrrrriculum, una cacha de mujercitas "blondas" le llaman aquí, a las rubiecitas y a las pololitas, empiezan a desfilar por el "lit " del compadre, y putas que estoy contento. Se me le requete orvidó que soy casado y me creo el hoyo del queque.

El descalabro de la sexualidad explota y un regocijo de potitos blancos, calzoncitos chiquititos y de todos colores empiezan a enredarse en mis antiguas manos de campesino humirde. Siento que el corazón me tiembla como las alas al avión, aquél. Me empiezo a mirar mi cara de ojota en ojitos azules, verdecitos, con una libertad que maravilla, putas, me vuelvo loco. Ligerito salto de la carretela en que iba a entregar algunas verduras a los alrededores de mi aldea a un Ford 82 con hartos caballos de fuerza, (nunca vi los caballos) pero así son esas cosas técnicas.

A esta locura internacionalista, siguen el trago, los líos amorosos, los celos huevones y se empieza a installar la montonía clandestina en mi alma de hombre bien educado, la moral empieza a hacer estragos en mi pobre humanidad, los culos pálidos empiezan a bajar de intensidad en mis pasiones y una cresta de noche me despierto sobresaltado (digamos que la droga del internacionalismo empieza a disminuir su efecto) y, tranquilamente, empiezo a aterrizar de nuevo en mi aldea. El alma se me pone romántica y me hacen falta mis chiquillos en esa hilera de mocos, mi negra curiche y mis lutos negros en las uñas.

El romanticismo me pone tristón, y, como el hombre no puede vivir triste gancho me acuerdo de mi poto negro, sí compadre, de mi poto negro. D’ei

mesmito me las empujo pa’una tienda de pasajes de avión y mi negra curiche aterriza con una cacha de cabros chicos en Mirabel, las corbatas al viento le cuelgan como los mocos en la aldea, una verdadera fiesta dieciochera para mi corazón campesino.

Un nudo me atravieza el guerguero y una humedad se advierte en mis ojos. Me abrazo confundido en un beso con gusto a carboná a mi poto negro y un lío de manitos chicas me aprietan los pantalones, recojo un lagrimón y vuelvo a ser feliz. ¡Váyase a la cresta!... mi general.


FIN

DON PANCHO AJÍ

Mucho tiempo atrás, cuando la reforma agraria aún no existía ni siquiera como vocablo "revolucionario" ni la conciencia campesina despertaba de su humilde torpeza, Don Rafael De La Cuadra, sentaba sus reales en el fundo "Las Acacias" en las proximidades de Rengo, propiedad que heredara de sus tíos abuelos, en una mañana de septiembre de fines de 1800.

Director de la escuela del pueblo, Don Rafael contaba con la simpatía general de todos los vecinos acantonados bajo su dominio. Hombre justo, según los dictados de la época, Don Rafael buscó siempre el contacto humano con el mismo calor conque repetía sus lecciones en los bancos de su escuelita desde hacía ya varios años y con el mismo celo de Director de Escuela. Doña Suzana, deslizándose cual ángel guardián y ayudada por dos nanas: María y Carmela, ocupaba sus jornadas a los quehaceres domésticos sin descuidar, por motivo alguno, las atenciones especiales para un hombre casi-generoso.

Una vez instalada la familia en su nuevo recinto, Don Rafael vio multiplicado su trabajo de atento Director y dedicado profesor con las nuevas tareas requeridas por las tierras heredadas. Aquí, podría pensarse que Don Rafael cambiaría de actitud frente a su nueva situación de hombre afortunado, sin embargo, se aferró a su profesión con más ahínco y pasión y delegó la mayor parte del trabajo del fundo a Don Pancho Ají y la administración burocrática cayó en manos de dos ilustres tías abuelas, cuyos vozarrones espantaban al diablo y cuya bondad, paradojicamente, enternecía los jardines de la plaza.

Un día Don Rafael, dada la importancia de su nueva situación, fue requerido por las instancias del pueblo a formar parte activa en la vida social y política del país y por ende recibió elogios estridentes de ambas formaciones derechistas que se disputaban y se apropiaban de su colaboración oficial. Don Rafael, con la tranquilidad y serenidad acostumbrada, manifestó elocuentemente de la necesidad imperiosa de abstraerse de discursos inocentes y trabajar sin descanso no solo en función de acrecentar la riqueza privada, sino también de mejorar el nivel de vida de los trabajadores y del poblado en general. Este discurso corrió como peste en la Capital, y aquellos que se disputaban su simpatía olvidaron sin ambages tan singular habitante.

El discurso pronunciado por Don Rafael y el carácter solemne de la reunión lo indujeron a pasar de la palabra a los actos y así fue que, a partir de ese momento, se hizo un deber de dedicar a su escuelita toda la atención que le permitía su nueva posición económica. Aumentó considerablemente el número de matrículas incitando, al mismo tiempo, a los campesinos de enviar a sus hijos a la escuela y creando uno de los primeros desayunos escolares, medidas que algunos años más tarde privilegiara el gobierno de Don Salvador Allende en su efímero mandato presidencial.

La vida siguió su curso normal en los parajes, Don Rafael fue creciendo en la estima de la población campesina y sobre todo en la de "Don Francisco Soto". Francisco Soto nació trabajando. Desde su tierna edad nadie le conoció parentela y según rezan los rumores pueblerinos, su exquisita bondad hicieron del niño Francisco el regalón de todas las madres. Sin embargo, Francisco Soto sufría una pena infinita que no compartía que escasamente con sus propios sueños. Por muchos años el niño Francisco vivió apegado a las faldas de una viejecita que le recogió con la misma bondad de esas mujeres que alumbran la pobreza y que Francisco creyó su madre. Un día, mientras ella agonizaba en su choza, Francisco salió desesperado en busca de ayuda. Su desesperación llamó la burla de algunos jóvenes y en una riña sin cuartel Francisco Soto hizo comer el polvo a un par de esos jóvenes, quienes como última ofensa a tan ignominiosa derrota lo increparon diciéndole ¡pa’qué tanto alboroto gancho, si esa vieja ni siquiera es su maire ! Francisco Soto escondió la cara, volvió precipitadamente a la choza que compartía con su viejecita y fue tarde para constatar la verdad que encerraba tal afirmación. Doña Adelaida sonreía en su lecho, feliz de no poder satisfacer la horrible curiosidad de Francisco. Francisco permaneció encerrado llorando su desaliento, cuando decidió volver a sus quehaceres, sus ojos quemados por las lágrimas abrieron sus párpados inferiores en un color rojizo y húmedo hacia un abismo incalculable. Desde ese momento, Francisco Soto se convirtió en Don Pancho Ají.

Los nuevos conceptos humanos adoptados por Don Rafael con respecto de la administración de sus bienes no solo lo alejó de los políticos rapaces sino también de sus antiguos vecinos. Este hecho, en vez de desagradar a Don Rafael, le permitió trabajar más estrechamente con sus colaboradores y acercarse, entonces, aun más a Don Pancho Ají.

Dos años se sucedieron en aparente calma y de la noche a la mañana Don Rafael fue removido de sus funciones de Director de escuela y seis meses más tarde declarado inepto para la enseñanza. Ambos oficios, debidamente autorizados por el régimen de turno fueron rudo golpe para Don Rafael. No es mi interés aquí relatar la ratonería absurda de los abyectos de siempre, mi relato quiere destacar esos pasajes conque el hombre coge las herramientas de la esperanza para forjar la vida, ésa que vale la pena vivir.

Pero su proyecto no lo detendrían necesariamente allí. Don Rafael, sin otro recurso que sus tierras, dulcemente se fue desprendiendo de ellas en beneficio de sus trabajadores y sus familias. Así a cambio de servicios, y que fueron numerosos ya que la familia de Don Rafael contaba una decena de jóvenes y de niños además de dos tías abuelas y las nanas, Don Rafael fue cediendo sus tierras a nombre de esas familias, hecho que ennobleció aún más su vida.

Con el correr de los años, la zaga familiar fue mejor comprendida, sin embargo, ya fue tarde para intervenir. Don Rafael terminó cediendo la última porción de tierras a Don Pancho Ají, uno de sus más leales colaboradores. Don Pancho no podía aceptar lo que sucedía en la vida de su patrón, su amigo o tal vez el único verdadero padre que él conoció.

Del fundo, quedó una casona con un enorme patio y que sirvió a los primeros nietos y para regocijo de esas tías y tíos que vuelven sonrientes y satisfechos de la vida que un día mostrará en esos caminos, "el abuelo Rafael". Don Rafael se instaló en Santiago en un caserón que permitía a sus adolescentes hijos ir y venir por los nuevos senderos.

La noticia de la muerte de Don Rafael, entristeció a Don Pacho. Con la ausencia del abuelo, Don Pancho Ají aseguró esa presencia, casi necesaria en el pueblito. A la muerte que siguió de cerca a la del abuelo, ese pueblito entero se desbordó en una acuarela de flores.



Mientras tanto en la capital........

Los nietos se multiplicaron, las nuevas familias fue el núcleo que fortificó el entorno de aquel hombre magnífico y paulatinamente ese pasado campesino y pueblerino se fue perdiendo en la longitud de su vida.

Don Rafael se durmió una tarde al lado de la abuela. La casa se inundó de familiares, de amigos y sobre todo de nietos que ajenos a la tragedia que ocurría en el salón de la casona, jugaban sus fantasías por patios y avenidas de flores. Las mujeres reunidas solemnemente y en estricta oración denudaban interminables rosarios en un círculo cuasi macabro en que cuatro enormes cirios parpadeaban incandescentes, la soledad. Los hombres, reunidos en un salón contiguo discutían de esto y lo otro, ajenos por el celo de la situación a lo que ocurría en el salón principal pero atentos siempre a cualquiera eventualidad. Los llantos de un par de tías se confundían con los gritos de los niños que más ajenos que los hombres celebraban con indescriptible algarabía la magia de encontrarse sin ese control estricto de disciplina, impartido por aquellas tías, en otras ocasiones, insobornables.

Llegó la noche, los lamentos se hicieron cada vez más tristes, los hombres se acercaron a consolar a sus mujeres, el griterío juvenil dejó paso a los murmullos, a la tristeza y al consuelo y en esa quemante serenidad y silencio, se abrió paso un hombre ligero como el viento, venía vestido de riguroso negro y sombrero de lluvia, traía un ramo de flores en sus manos. Se acercó a Don Rafael, se descubrió y la pálida luz de los cirios se advirtieron los ojos rojizos y llorosos de Don Pancho Ají. Después de un solemne momento, depósito su ramo de flores y sin pronunciar una palabra se encaminó de nuevo a la obscuridad.


¡EXIJO UNA EXPLICACIÓN!


El antiguo reloj de pared comenzaba a dar las doce campanadas que marcaban el inicio de la noche. Con su tranquilo pendular acariciaba ese precioso sueño que parecía atraparme en ese viejo salón. La calma y el silencio, mezclado a una extraña pereza, hacían del lugar el dormitorio predilecto. Sentí como si algo o alguien me empujara a pernoctar allí. Sin más, me acomodé en ese viejo sillón de madera y de felpas y me dispuse a entregarme en los brazos de Morfeo...

El chirrido de catacumbas de la puerta me clavó al sillón y allí me quedé meditando en una súplica muda...... ¡Dios mío!... sin embargo, no sentí miedo. Entreabrí los ojos y distinguí en el centro de puerta la silueta de mi padre.... la vi dirigirse directamente al viejo sofá que siempre ocupara en las tertulias como es las reuniones familiares mientras estaba en vida... de la mesa de apoyo tomó una antigua campanilla de bronce, que hizo sonar de su ruido metálico y de un sordo carcomido por los años.... La sombra de Fresia, invadió el cuarto y con su voz suave dijo, dirigiéndose a mi padre, con tono ceremonial: —ordene su señoría— Fresía fue la más antigua y leal del personal doméstico de la casa. —ve a buscar a Adriana y de paso te vienes con ella— le ordenó mi padre desde su voz ronca. —lo que ordene el Señor, contestó ella con toda humildad. Pasaron algunos segundos en absoluto silencio, el tic tac del viejo reloj de pared, ponía la música de fondo a la escena.

De pronto mamá ingresó al salón seguida de Fresia, tal como ordenara papá. Sin más, mi padre pareció cortar el aire y dijo de una sola voz —Adriana, quiero descansar en paz, entonces te debo confesar que Fresia es la madre de Andrés. (Andrés soy yo) y aprovecho de decírtelo mientras Andrés está aquí presente, dijo mientras me miraba de sus ojos fríos. Abrí mis ojos y exclamé ¡EXIJO UNA EXPLICACIÓN! y no advertí ninguna sombra, el reloj de pared tocaba la última campanada de las doce de la noche..... entonces decidí que lo mejor era ir a dormir a mi dormitorio...


PREMEDITACIÓN Y ALEVOSÍA


—Déjame tiempo a reflexionar sobre lo nuestro— fue lo último que la escuché decir, mientras se alejaba para perderse en mis sombras.....

—Bien— me dije y decidí rápidamente refugiarme cerca de la playa. Para ello era propietario de una cabaña ubicada en Caserón, alrededores de Iquique. Adoraba el ruido del mar y ese canto interminable y adormecedor de las olas mojando la arena. Empaqué con gran precaución mi ordenador y bastante material de escritura. Dispuse todo con precaución en mi destartalada citrola y emprendí viaje. Llevaba alimentos para varios días calculé al vaciar mi refrigerador y ya que no necesitaba otra cosa, que la gran tranquilidad que otorga la soledad marina, emprendí el viaje. —En dos horas estaré llegando a Caserón— me dije...

El camino fue de una arrogante espectacularidad, la noche estaba tibia, la luna de una enormidad desmesurada y el cielo estrellado como nunca. Cerca de las once de la noche estaba llegando a las cercanías de Caserón. Una vez en la cabaña, sentí un remanso de paz. Aspiré profundo mientras desembarcaba los elementos. Verifiqué rápidamente que todo funcionaba bien, tuve precaución de abrir las ventanas de mi dormitorio y sin darme cuenta me dormí con una tranquilidad casi preocupante.

Muy temprano con el despertar del día, fui a caminar la playa. De súbito en medio de ese caminar un tanto agitado, me pregunté, con un frío automatismo: ¿y si lo mato? ¿qué podría ocurrir?— pasado el sobresalto, decidí regresar a mi refugio, mientras preparaba mi desayuno, instalé mi ordenador, le saqué punta a mi lápiz y escribí casi riendo: Premeditación seguida de la misma pregunta súbita y espeluznante —¿y si lo mato?— seguí pensando —tiene que tratarse de un crimen perfecto—

Un escalofrío recorrió mi fatigado cuerpo, decidí entonces distraerme de aquellos malditos pensamientos y luego del desayuno, salí al balcón y entre el ruido del mar y el canto de las gaviotas fui a recorrer mis recuerdos. Me vino el gusto de regresar lo más atrás en éstos, y el amor naturalmente se apoderó de ellos, —tengo que matarlo— repetí y me volví a asustar, en este hermoso ejercicio estaba y de pronto surgió la idea de ir a buscar casi con exactitud meridiana, la fecha y quién había sido aquella que se había apoderado la primera de mi voluntad y la primera culpable de mi desvarío amoroso. Cerré los ojos encantado por la luminosidad de la mañana y de pronto me detuve magistralmente en un sitio que identifiqué casi de inmediato. Era el Colegio Primario del Carrascal del 50, “Guadalupe English Shcool” fije mi vista en los bancos de aquel colegio y dulcemente, absorto entre mis pensamientos, desfilaron, con criminal lentitud, nombres como: Práxedes González, Margarita Dauden, Herminia Seco.... hasta detenerme en Adriana mi profesora, comprendí que esa era una simple atracción de niño que se deja acariciar por primera vez por otras manos que no son las de su madre. Seguí en mi búsqueda y ahí estaba, con sus ojazos verde oscuro en su carita de miel, la culpable.... mi culpable, Margarita Lagos.... sonreí conmovido por una extraña felicidad al tiempo que recordaba cada una de las penitas que tuve que sufrir hasta lograr olvidarle. —¡Tengo que matarlo!— me despertó de esa tragicómica reflexión en la que estaba sumido.

En ese momento la inquietud hizo presa mi entendimiento y me asusté... sin embargo con el café en la mano me dirigí al ordenador, abrí un documento word y anoté en orden: Premeditación; Margarita Lagos; crimen perfecto; ¡tengo que matarlo! Y volví a salir a caminar la playa, dejando el desayuno que parecía atragantarme. La mañana era joven aún. Decidí acercarme a los pescadores que arrimaban sus tesoros plateados del mar, tirando de coloridos tejidos.
Cerca del mediodía me acerqué a un terminal pesquero y disfruté plenamente un exquisito mariscal. Volví a mi cabaña y en segundos apena, me quedé profundamente dormido.

Me desperté sobresaltado con la idea del crimen perfecto y con la actitud cada vez más certera y casi precisa que no tenía otro remedio que el de matar. Me pregunté bastante inquieto, casi con susto, mientra el pecho parecía desbordar de inquietud, —¿Vine a reflexionar yo también o a planear un crimen, un asesinato sin más?— Algo de los dos supuse y me dedique a ordenar mis ideas. — Debe ser premeditado, puesto que será el resultado de una larga reflexión— dije como conclusión. —Debe ser perfecto, sin embargo, la víctima deberá conocer su destino de mi propia boca— agregué. —Debo ser valiente y frío, sin embargo, no debe haber sufrimientos innecesarios— —Debe ser una muerte violenta, en cuanto a rapidez me dije, no debo arrepentirme, debe ser una muerte liberadora—

Sobresaltado de turbación me volví contra mi propio yo y traté de buscar, tal vez, una solución pacífica a mi ya terrible determinación. Volví atrás en mis recuerdos, Leonor me trajo la felicidad corporal y el dolor espiritual. —¡Entonces debe morir!— repetí con acento casi enfermizo y cada vez más seguro de mi. Ernestina llena de ternura abecedaria de mis colegios y adornada de tanta y tan pena. —¡Debe morir!, ¡debe morir! Pilar apareció temblando cristales vestida de novia, y seguí gritando, blasfemando...¡debe morir! En una esquina casi olvidada apareció mi ex-esposa, recorrí de nuevo toda la felicidad que me fue ofrecida, sin embargo, cuando recordé mis llantos, comprendí que la decisión tomada, no tenía vuelta. —Debe morir y debe ser hoy...— repetí varias veces...
Volví a empacar los elementos y emprendí el regreso a casa. El crimen perfecto tomaba la ruta de la ciudad.

Bajé de mi citrola y corrí excitado en busca del arma del crimen. La miré con frialdad y levanté lentamente el brillante juguete de la muerte y lo detuve a la altura de mi sien derecha, una fría transpiración inundó mi cara e hizo resbalar casi el arma del crimen de entre mis frías manos.
Sin dudar un instante más y apoyando mis dedos en su nuez, señalé el número de Vera y fríamente le dije: —Acabo de asesinar el amor que en mi quedaba, ya no tiene caso tu reflexión.
Del otro lado del teléfono me dijo casi riendo y con una prueba de alivio evidente, —lo mío era una reflexión, lo tuyo fue una cruel premeditación y alevosía... Nos reímos.

UN ROSTRO DESCONOCIDO Y FAMILIAR

Me obligué a detenerme, quise, esta vez, orientar mi caminar y no correr a la deriva, como lo había hecho siempre que huía. El gondolero de inquietudes y vacilaciones, sin embargo, dirigían mis pasos, otra vez, por senderos disparejos y desnudos. Eran caminos erosionados por el viento cálido, desértico y salino de ese Iquique que aún no conocía. Entonces, cambié de ruta internándome al interior de sus cerros. Necesitaba altura, esa altura que permite vislumbrar con más claridad, ese destino incierto al que te diriges, inexorablemente. Una vez allí, me distraje en pensamientos y como siempre suele ocurrir, me puse a soñar cuentos, esta vez, otros cuentos. Sí, esta vez, llevaba la armonía de una voz desconocida pero familiar, la cadencia y el ritmo sensual, alegre y triste a la vez de un desconocido y antiguo silencio. Hice esfuerzos y te precisé en mi alma como una mujercita muy especial...
—Hola, caballero— dijiste, interrumpiendo mis pensamientos.
Me desperté maravillado por la intensidad de tus ojos y el rizar de tu cabello —ho, hola— respondí confundido y mirando instintivamente a tu alrededor. Me sentí feliz de saber que sólo te acompañaba el viento. Quise preguntarte algo, pero no supe, me sentí envuelto por el extraño misterio de tu serenidad y tu hermosura. Restregué mis ojos con fuerza, para estar seguro que no eras otro sueño de mis sueños. Miré de nuevo, y ¡oh! Misterio o maldita realidad, habías desaparecido de mis fantasías.

Entonces, sentí frío. Me desperté un tanto sobresaltado aunque con un feliz presagio y dirigí mi vista al pueblito que ya empezaba a alumbrar sus fumarolas. Saqué de mi mochila, un poncho y los aparejos para encender mi pipa. Vuelto hacia el pueblo, el humo del tabaco iba dejando una huella casi invisible tras mis pasos. Caminé tranquilo, sin apresuramientos. Llegué al pueblo tarde casi al anochecer y con el ánimo de desalterarme y hacer las primeras averiguaciones respecto de mi indeciso pernoctar en esos parajes, me dirigí directamente al primer boliche que encontré abierto,.

......

El lugar parecía “desierto”, valga la redundancia en tal paraje, y me acomodé en una mesa dispuesto a esperar que apareciera alguna matrona del lugar. No llevaba apuros y decidí esperar pacientemente.

—Hola, caballero— dijiste, dirigiéndote a mi mesa e interrumpiendo otro de mis cuentos. —¿qué se va a servir el caballero— dijiste con un dejo de sonrisa cálida y desértica.
Me volví maravillado y la intensidad de tus ojos y el rizar de tu cabello, me recordaron de inmediato, mi estada en la cima de los cerros.
—hola— te respondí, mirando a tu alrededor. Me sentí feliz de saber que esta vez no soñaba. Quise, como la primera vez que te vi, preguntarte algo, pero no supe, me sentí envuelto por el extraño misterio de tu serenidad y tu hermosura. Nuevamente restregué mis ojos con fuerza, para estar seguro que no eras otro sueño de mis innumerables sueños. Miré de nuevo, y ¡oh! Felicidad, ahí estabas, otra vez adueñándote de mis fantasías.

—Sabes, te dije, he recorrido muchos caminos y no todas las historias tienen final, ni siquiera se olvidan y agregué: muchas veces volví a besar el pasado con la misma pasión, sólo que en ese momento era sólo un ladron del tiempo y procuraba desaparecer lo más rápidamente posible y esas sombras quedaban danzando esa felicidad en misteriosos rincones que se llaman recuerdo.

Me miraste asombrada, y dijiste: un té creo le vendría bien y desapareciste tras una cortina de colores.

Un tiempo más tarde apareció la matrona con un té y me dijo esto le hará bien.

Estuve allí, tal vez.... A lo mejor por momentos estoy allí y no me he movido. Esperando la última alucinación de tu sonrisa. A lo mejor fue tu imaginación que me sentó a la mesa de tu boliche.


POEMAS



PLAGIO A UNA CANCIÓN QUE ME HACE LLORAR

Para ir a buscarte,
he colgado la estrella de mi canto ,
arañando un pedazo de tu noche,
escuchando tu sangre que me llama.

Para ir a buscarte,
he vestido de rojo mi esperanza,
escondido la pena de mis ojos,
en el vértice más sonoro de mi alma.

Tus ojos,
se quedan silenciosos al mirarme,
yo estoy asomado a tu recuerdo,
acariciando un pedazo de tu sombra.

Para ir a buscarte ,
sol de primaveras y veranos fugaces,
como relámpago mi corazón salvaje,
se hace eco,de tu sangre, ..que me llama.

Tus ojos, añoran un pedazo de mis noches,
yo estoy rezando para verte,
felizde las flores que te lleve,
al ir a buscarte.


AQUEL DÍA

Yo no olvido que te amo,
más te quiero y te recuerdo,
con el tiempo y en la aurora,
mil paseos por la tarde
tomaditos de la manos.

¡No, no comprendo! ¿si comprendo?
¡ya nada quiero saber!
sólo sé que desde el primer día,
te mostré mi amanecer,
y que tuve tus manitas
enlazadas a mi querer.

Hoy aunque recuerdo; ¡no, no recuerdo!
que fue de aquel día; ....¡Cuál día?
en que de noche ya dormida; .¡no sigas, no recuerdo!
respirabas el aliento; ...¡no sueñes!, ¿Cuál día?,
del amor que yo te di; sólo sueñas,
¡No! ¡no me acuerdo!

Y te hice mía, ¡yo sí recuerdo!
frente a Dios y sin saber;
y aunque lo niegues, ¡tú también recuerdas!
y te perdí un día; ¡yo sí que no comprendo!
adiós mi amor; yo nada puedo hacer
....adiós, adiós....

Te juro, no te preocupes.
Pasarán los días y te olvidaré
Me haré un deber.

Y NO ME DIJO NADA


Caminaba oscuros senderos; no, no lloraba,
la angustia me apretaba el alma; creo que reía;
la pena de mi risa, yo lloraba,
ella, ausente, miraba el cielo,
y no me dijo nada.

Creí en su pureza; no,no lloraba,
y de flechas que envenenan; creo, que reía,
con silencio y mi tristeza; es posible que llorara,
ella, ausente, miraba el cielo,
y aunque la rogué con mis ojos,
no me dijo nada.

Levanteme de mi lecho; no, no lloraba,
del silencio de sus burlas; creo me reía,
en mi jardín interior; sí, yo lloraba,
ella, ausente, miraba el cielo,
y aunque la sentí gritar,
no, no me dijo nada.

Y no me dijo nada; mas no, yo no lloraba,
a pesar de mis tormentos, creo, se reía,
ella aún miraba el cielo; yo sí lloraba,
y tampoco le dije nada,
y aunque ya no lloraba; creo, me reía,
ella no quiso, decirme nada.

Ella vio la angustia en mi llanto; se reía,
en su risa, vi el amor que la embriagaba,
comprendí sus sentimientos; ¡La perdía!
quise mirar su mismo cielo; ya no reía,
y no me dijo .............nada.

Nos miramos a los ojos; sonreímos,
quise estrecharla con mil besos; nos callamos,
quiso devolverme mi sonrisa; nos miramos,
y a pesar del peso de toda nuestra angustia...
¡no! ¡no nos dijimos nada!

A MI HERMANA

Llegué limpia y con un poco de frío,
desde un país blanco y lejano,
pensando en reconquistar,
lo que un día di por perdido.

Y abandoné con egoísmo:
casa, hijos y marido,
y vine a esconderme
en tus brazos hermana,
tratando de comprender
lo que creí no haber
jamás nunca comprendido.

Llegué alegre, recuerdo, casi bonita
y entre tragos de champagne
cigarritos y tus amigos
me acostumbré a tus fiestas,
olvidándome de mis hijos.

Hubo ruegos que se alzaron
desde ese país de frío
venían del corazón
de un hombre que me amaba;
venían de mi marido.

No supe comprender hermana,
parecía que a tu lado y
lejos de mis niños
los bailes, el alcohol y tus amigos,
eran bendiciones y no pecados.

Los años han pasado;
se acabaron los bailes
el alcohol y los cigarros.
Todos los que reían,
de pronto se callaron
y me dejaron en la soledad
de estos silencios macabros.
¿Que hago ahora en medio
de este angustiante crepúsculo
que parece sin auroras?

Miro con vergüenza ésta, mi cara demacrada,
y observo con envidia
como juegan con sus nietos
ustedes, mis hermanos
y tú, tú también, querida hermana.

Perdón, mi querido esposo
por mi comportamiento de ninfa
le juro que no sabía cuando le dejé solo.
La bala que usted encuentre
en mi corazón de ramera
la habré fundido con el oro
de nuestras benditas alianzas.

No culpe al destino, ni al amor,
y por favor, no culpe a mi hermana,
la culpa es de mi vida
que no me hizo ver clara,
la forma en que usted me quiso
y la manera en que me amara.

Perdón a mis hijos que por cristalinas aguas
navegan con su padre herido con mis dagas.
Rece por mí, y también rece, por mi hermana.


VESTIDOS DE FIESTA


Oscura mi alma de ausencias,
fui a vagar por tus caminos,
y en el silencio de tus noches,
no te miento; sentí frío.

¡Cresta, cuanto frío!

Y aunque la noche era obscura
y mi pena era inmensa
me abrigué con esperanza,
y seguí caminando.....;
el alma muda.

Por la ruta de las rosas,
al doblar de una calleja,
me encontré un hombre viejo
falto de cigarros y mordiéndose los dedos.
Tenía la húmeda cara, seco su pañuelo
y le tiritaban las manos.

¿Cual es vuestra queja?,
le pregunté sorprendido
pues por lo que veo, andáis bien vestido.
—Por fuera,...... es cierto— dijo,
— llevo vestido de fiesta,
pero, por dentro, mi corazón
lo encontraréis desnudo—.

No me es extranjera tu pena,
querido amigo —repliqué
yo como tú ando buscando,
a mi corazón desnudo,
vestidos de fiesta.


AL ABRIGO DE TUS RECUERDOS


Oye, ¡mira! te busqué,
para ir contigo por la vida,
y estoy temblando, ....¿lo ves?
y no, .no...porque .....te vayas
sino porque me quedo solo.

Aunque fatigado de caminos,
he de huir de tus palabras,
no tengo miedo, sin embargo,
siento el lodo siniestro
que dejarán tus pasos.

¿Para que fueron los hijos?
vientre extraño, sangre blanca,
uvas rosadas, pechos secos,
lágrimas, alcohol, bailes,
piropos de tu mundo
de cigarrillos, de besos y luego,
¡ya verás!, vendrán silencios.

Soy en este final,
la pared de mis errores.
Ancha es la vida
y es el tiempo que oirá,
las súplicas del recuerdo,
ya mi bote .....estará anclado
a resguardo de tormentas.

El canto de las olas,
lamento de sal,
al estrellarse en las rocas,
guardará mis sueños.

Cierro las puertas de mi alma
para que no la salpiques de basura,
ni la quiebren ....tus inviernos.


SIMPLEMENTE GRACIAS

Al primer amor que no se olvida.

Gracias por mirarme
A través de la neblina
Gracias por hablarme
En medio del silencio
Gracias por creerme
Todas mis mentiras
Gracias por lo que fuiste
En mi sentir enamorado
Gracias por permitir
Que con mi humilde amor
Yo te quisiera.

Gracias por lo que hiciste
En medio de mis praderas
Gracias por quererme,
de esa manera tan sana.
Gracias por dejarme
de tan dulce manera,
recuerdos verde agua,
de los jardines de tu alma


AMOR MODERNO

Y si mis manos te tocaran
con sólo mis pensamientos
el barniz de los olivos
de España te despeinara.

Bastaría que una tecla
de tu moderno sistema
se quedará mal incrustada
para morirme de pena.

Yo sufro las epilepsias
de cables y de distancias
y de lenguajes inciertos
que a veces cierran ventanas.

Y me he quedado por horas
prisionero de tus sueños
que viajan por la virtuales
caderas de mi esperanza.

Y viva el amor moderno
en discos de gran memoria
espermas de gloria llevan
los vaivenes de la euforia.

Taciturno y engreído
de conquistas espaciales
mientras las irreverentes lloran
lágrimas artificiales.

Y yo sigo enamorado
de este jueguito moderno
hasta que un virus de miedo
venga a ajustarme los pernos.



ENSAYOS MECÁNICOS


Traigo ideas metálicas
para que me ayuden en la mecánica de mis versos,
pues, he vivido tras las rejas de tus besos
y llevo una fatiga de candados:
siento mi pobre esqueleto apernado
con la inicua golilla de tu recuerdo.

Necesito controlar la hidráulica voluntad de mis quehaceres
y en el taller de mis pobres huesos,
aceitar el vaiven quejumbroso del lamento.

Llevo chirridos de conjeturas
y siento mi corazón atribulado
he de cambiar la empaquetadura
y la pena que se oxida con mis pasos.

Abrir las válvulas de escape y desangrar
el óxido corrosivo de mis venas
cambiar las tuercas y los tornillos de mis penas
echarme alas nuevas y volar.


TE MIRARÉ TIERNAMENTE


Dormida muy dulcemente
como un ladrón del destino
Te acercaré yo a mi boca
Y mientras tu piel me provoca
te miraré tiernamente.

Te daré sólo caricias
Erizando en tu gesto doliente
y consolando tu premura
te miraré tiernamente.

Y tocaré yo tu pelo
mientras tu vértigo no miente
y cantando en mis oídos
te miraré tiernamente.

Embriagado con tu vino
libando la simiente
en el deleite divino
te miraré tiernamente.

Porque mis ojos no mienten
te miraré tiernamente.


LAGRIMA

Ven
lágrima
vernacular,
singla
bucólica,
océanos
tristes.

Se breve.

No detengas
el flujo
brutal, emotivo,
que arranca
del pecho,
ese desahogo
de amor.


Ven ahora, descansa.

Liberada del dolor,
asoma tu cristalinidad
derramándola sin temor
por melancólico rostro;
vístete de fiesta,
la primavera trae
perfumes de flores.


PALOMA BLANCA

Son tus manitas de papel
palomas en mi piel
que sienten frío.

Viento y caricia celestial
que viene desde el mar
sin hacer ruido.

Vienen ahora a prodigar
mil fechorías y a jugar
en nuestro nido.

Te decía yo
mi amor
eres mi camino y mi pasión
lo que yo siento.

Y en el fondo de mi ser
serás siempre mi querer
paloma blanca.

Aprende ahora del amor
que yo te abro del corazón
todas sus puertas.

Y entra en mi vida con pasión
volemos juntos los dos;
a todas alas.


EN EL COLEGIO

Me gustó recorrer
mis calles, tus senderos, nuestro otoño;
en sus veredas, melodías de las hojas,
como pasos de crujidas esperanzas
respondían a mis sueños.

Y encaminé mis pasos
por caminitos de aurora,
y en el alba me pasé preguntándole a las hojas
si, acaso, es terreno
el destino conque sueño?
o si acaso,
¿vive sólo en las estrellas?

¡Dejad al buen Dios
la inmensidad del cielo!,
-contestáronme las hojas,
y busca en la hermana tierra
y en las espinas de las rosas,
de las flores su misterio,
y el misterio de las cosas.

Salí a buscarte, y, entonces,
entre fantasías juveniles y
pasiones lapiceras ,
entraste en mi vida por colegios,
acuarelas de mil colores,
escuelitas de mis barrios,
tus manitas de liceo y mis cuadernos,
y el primer beso
¡Ah! mi primer beso, a,b, c, dario.



HIJO CLAUDIO

Hijo de mis cuentos
te veo grande, te veo hombre,
vigoroso y fuerte
y satisfecho me siento,
y me siento alegre.

Compañeros y amigos
por la vida vamos
el alma cargadas de esperanzas,
yo, a tu lado,
tú, a mi lado
llorando y riendo
por caminos del alba.

¡Déjame ser tu padre!,
¡déjame ser tu amigo,!
¡déjame ser la rosa!,
¡déjame ser tu trigo!,
¡déjame en tu alma! hijo,
¡déjame ir contigo.


HIJO PABLO

Campanitas de colores,
pedacitos de cristal,
caracoles de mis juegos,
querido hijo, yo me veo,
sentadito en tu lugar,
añorando fantasías y
jugando con el mar.

Yo siento, con tu presencia,
la alegría de mi amor,
consagrada algunos días,
sólo para vos.

Juguetitos de madera,
volantines de color,
que en el cielo están volando
muy cerquita del Señor.


MUCHAS NOCHES TE SOÑÉ HIJA MÍA

Muchas te soñé hija mía
sentado a la góndola de mi vida
te soñé dulce, romántica y atrevida
muchas veces te soñé, hija mía.

Hoy te miro con asombro distraído
y comprendo que mi sueño no fue olvido
que eres dulce, romántica y atrevida
muchas noches te soñé, hija mía.

En tu sangre, algo de mi sangre todavía
vive los instantes más felices de otros días
una hija poeta y su poesía
muchas veces te soñé, hija mía.


LA PENA ES AZUL


(homenaje póstumo a mi padre)


En aquella esquina del recuerdo,
ojitos de mi padre,
embriagados de tristezas,
apenados como nadie.

Al mirarme se estremecen,
y vidriosos se me vuelven,
de penitas azuladas.
Sin embargo, en su mirada,
pedacitos de esperanza.

Yo, al mirarles les cantara,
"descansen tranquilitos"
¡ojitos de mi padre!



SOÑANDO

Un ángel del cielo vino
dar consuelo a mis tristezas,
en sus manos yo cogí,
de su corazón la tibieza
y a su cielo la seguí.

Me encaramé a una estrella
y vi brillar el firmamento,
cometas de hermosa cola,
sosegaron mis tormentos.

Cuando estuve ya de vuelta
de su cielo a mis campiñas,
el amor ya había vuelto,
mi corazón enlazado,
de la mano de esa niña,

Cuyo nombre, escrito está,
en el alma de un poeta,
misteriosamente oculto,
muy adentro de mis letras.

MAMA


Viejita querida
escucha mi ruego,
"agrega al brasero
un poquito de carbón,"
que el frío y mis penas,
me han helado el corazón.

¿Te acuerdas de niño
cuando te decía?
que amaba las rosas
de nuestro jardín.

Hoy día aquellas rosas,
no son para mí"
que un cuento de hadas,
que un cuento infantil.

Hoy, de noche y de día,
sus afiladas espinas
me hacen sufrir,
clavándome el alma
hasta hacerme morir.

Viejita querida.
aumenta el carbón
y mientras el frío
se aleja de mi alma,
quítale las espinas
a mi pobre corazón.

El 8 de noviembre de 1994, en un bar de la Gaspesie,
Québec, Canada, mi hija Cecilia recitó este poema.
Lo recitó con tanto sentimiento y tanta pasión que los allí reunidos,
en su mayoría franceses, la aplaudieron a rabiar.

Monsieur James



QUERÍA OLVIDARTE, ENTONCES


Escarbando mis orillas,
salí para olvidarte.
La noche estaba fría;
el bar, convulsionado,
más de penas que de gentes.

Entonces, retiré una silla
y mientras fumaba pude escuchar,
en el silencio de la bulla,
el milagro de soñar.

Muchos, al igual que yo,
intentaban intentar,
sus tristezas contenidas,
¡olvidar!, ¡olvidar!......., ¡olvidaaar!

La danza,
lacitud y melodías
olvidarte,
por momentos permitía,
en que embriagado por copas de fiestas
o tal vez perfumes de vino,
sin quererlo,
me dormía.

Quería distraer mis tormentos
escribiendo en servilletas,
canciones de otros días,
mas, tu aroma, mas, tu aliento,
me aparecían riendo,
con tus ojos fantasías.

Decidí, que olvidar es cobardía,
volví entonces, a retirar la silla
y alejándome de allí,
olvidé que no me amabas,
y no olvide que te perdí,
y no olvide que aún te amo,
y no pude olvidar tu aroma,
y no pude olvidar tu aliento,
y no pude olvidar tus ojos fantasías,
que todavía, se estarán riendo.


© Monsieur James

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