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domingo, 26 de octubre de 2008

COSAS

Me encontraba en medio de un lío de papeles, que no necesariamente eran borradores de escritos o esbozos de textos. Non obstante, pertenecían al otro vicio de mis afanes. Frente a mí, un sinnúmero de facturas y estados de cuentas, a medio pagar. Además revisaba todas mis compras a crédito y tomaba nota de aquellas cosas que son imposibles de postergar, más allá de su vencimiento. Hablo de seguros y esas cosas.

No es difícil ordenarse, cuando se cuenta con una formación que permite, con sencillez hacer un ejercicio en que debes y haberes se manejen en equilibrio y con abierta simplicdad. Pero, mi desaplicación con esos temas, había de todas formas, provocar cierto malestar en algunos de mis proveedores habituales, y que saben que soy reacio a pagar “intereses”

Me puse a la obra, olvidando musas, tal el viento, las hojas y este magnífico Otoño que pintaba los árboles de vertiginosa vejez.

Tuve que hacer algunos teléfonos, pedir prórrogas, negociar nuevas fechas de vencimiento y en más de una ocasión, poner término a ciertas comodidades que aconsejaba mi situación financiera.

Terminó el ejercicio un balance bastante ajustado, pero que finalmente pondría a prueba mi desorden económico, sin necesariamente echar mano a algunos dinerillos invertidos en una pequeña cuenta de ahorros.

El balance, me advertía de un pequeño período de austeridad y me dejaba sin recursos para ningún tipo de urgencias.

Satisfecho del resultado de mis teóricas conclusiones, me dirigí a la calle dispuesto a caminar bajo ese aire helado pero tan benéfico para los pulmones. Ya mis ocupaciones “existencialistas” o “materialistas” dejadas de lado, comenzó la tarde a orillar mis musas, mis nostalgias, “saudades” . Soñaba desde el borde de un canelo como la tarde afinaba los bronces ayudada del viento de lo que parecía una tormenta de viento y aguaceros. El granizo hizo “el crescendo” y tuve que buscar refugio para evitar dramáticas consecuencias a mi fragilidad ósea estructural.

Exiliado en un cuartucho de vieja madera, me di cuenta que alguien trataba de comunicarse conmigo por medio del infaltable teléfono portátil.

Y yo que nací desprovisto
De tanta hojalata
Jugando libre la calle
Con el alma de par en par
Soy otra víctima del celular
Anunciador de catástrofes.

En medio del ruido atroz de la naturaleza y la voz que venía por el “inalambre” supongo, pude enterarme que inesperadamente la pana de mi flamante Ford 92, se había incrementado en más del 50% de lo que fue la primera impresión del mecánico. Dejé de soñar con el canelo y el concierto de vientos y tormentas se me hizo insoportable. Me dirigí a casa y volví a enfrascarme en los resultados de mi anterior balance que me había dado una cierta tranquilidad…. Pero... no calculé el ineludible porcentaje de imprevistos.

Luego de re calcular mis proyecciones económicas, tranzando siempre con el signo menos en varios de los ítem, por contumacia onírica, me dejé llevar por el concierto del temporal que ya se había desatado con toda su fuerza avasalladora.

Levantaba mi pluma, para dejarme llevar por el momento y de pronto un primer goterón vino a caer en el centro del escritorio, luego siguió otro y otro… no fue difícil darme cuenta que mas de alguna teja había cedido en el techo y fui en busca de los requeridos baldes, para esas oportunidades. Miré mi balance de reojo y no me moví, un pánico me invadió, inevitablemente un problema acarrea otro y otro, entonces cerré los ojos, lo pensé detenidamente, y ya con la carcajada de vuelta al rictus de mi boca, preparé la maleta y al día siguiente viajaba con rumbo al entrañable sur.

Ya en el aeropuerto, tiré el teléfono inalámbrico al tacho de la basura. Me preparaba a soñar con mis sueños. A la cresta las grandiosidad materialista de las cosas.

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